No se puede pretender que en cuidad haya el mismo silencio que en el campo, en la montaña o en el desierto. Pero sí es posible lograr hábitats urbanos más silenciosos y apacibles. No sé si los urbanistas y arquitectos, cuando desarrollan sus proyectos habitacionales y de espacios públicos, tienen en cuenta la necesidad de las personas de disponer de espacios de soledad y silencio en sus hábitats cotidianos.
Pero, aunque esto fuera así, si no va acompañado de un cambio de actitud, de una predisposición, de una determinación del ser humano a vivir de otra manera, de poco serviría.
Proponernos evitar ruidos innecesarios es algo que a todos nos concierne. Cerrar las puertas con suavidad, hablar sin gritar, no elevar más de lo necesario el volumen de la música o de la televisión, no tocar desesperada e insistentemente la bocina del auto, aprender a desconectarnos de vez en cuando del móvil....
El silencio, la soledad, son elementos constitutivos e insustituibles de todo camino hacia la plenitud del ser persona.